Caricias. Acercamiento
plácidamente buscado.
Miradas, complicidad…
El amor nos ha llamado.
Sonidos que bien son risas
(palabras deslavazadas).
Sus sedientos labios besan
nuestras almas abrazadas.
Intensidad. Sensaciones
que avivan nuestros sentidos
jadeando al respirar.
Redoblar de los gemidos.
Un “te quiero” y “yo también”
sellan reclamo de amor,
tácitamente aceptado
con placentero calor.
A empellones cae la ropa
-como valla al derribarla-.
Enardecidos tratamos
del uno al otro a quitarla.
Dos voluntades ardientes
luchan por entrelazarse.
Mil besos… profundos besos…
Ambos corazones laten.
del mundo que nos rodea.
Recíproco reto “in vivo”.
Virtuosísima tarea.
Mutuo y ferviente deseo
por hacer feliz al otro.
Sexualidad compartida
deviene en disfrute y gozo.
Armonía, movimiento,
lujuria y excitación
dan brío a un apasionado
y encendido corazón.
Boca y manos alocadas
recorren desnudo cuero,
arrancándole el calor
-delicadeza y esmero-.
La sangre bombea y fluye
con rapidez endiablada.
Buscamos –pacientemente-
una posición tumbada.
¿Hase visto danza igual?
¿Puede haber un movimiento
tan rítmico y cadencioso
como el que hay este momento?
A cada impulso del sexo,
la respuesta es otro mismo.
Dulzor y entrega, “in crescendo”,
aumentan furor y ritmo.
El disfrute… el deleite…
obnubilan la razón.
Poderosísima magia
de erotismo y de pasión.
Extroversión desbocada,
éxtasis, fuerza, sofoco…
Doble orgasmo que provoca
disparatado alborozo.
Espasmos, fuego, pasión,
convulsión incontrolada…
Explosión de la energía
sexual libre y desbordada.
Un torbellino de sones
aturde nuestros sentidos.
Corazones que enloquecen…
Mentes que se han confundido.
Se exaltan nuestras facciones.
El cuerpo tiembla y, “rugiendo”,
exhala intensos gemidos
con aparatoso estruendo.
Gesticulación extrema
en detonante eclosión
de ígnea vitalidad
rayana en la extenuación.
Sudores… Quietud cansada…
La faz tensa… Palidez…
Abrazos… Fogosa unión
de un suave y lento placer.
En sorda y plácida calma,
el cuerpo –sabio- enmudece.
y el palpitar ya decrece.
Policromada ilusión,
alucinación vehemente
y sensibles cosquilleos
llenan el cuerpo y la mente.
Cada cual -a su manera-
agradece con ternura
-en suave y cálido abrazo-
tal derroche de locura.
Sensualidad de mujer
y enigmas en el amor.
El hombre los desentraña
con entusiasmo y ardor.
Honda y linda comunión
de dos cuerpos entregados.
¡Cuán hermoso -en el amar-
el amor que se ha pagado!
Luis Arranz Boal
Sabadell
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